jueves, 13 de enero de 2011

El rey es argentino


Sí, es humano, y sí, tiene todavía 23 años. El mundo fútbol volvió a rendirse esta semana al mejor jugador del planeta: Lionel Messi. Todos y cada uno de los amantes de este deporte reconocen que el argentino es un elegido, uno de los únicos futbolistas capaz de tener pegados al sillón a simpatizantes y rivales esperando alguna de sus genialidades. Es joven, pero su magia le ha permitido entrar a formar parte del grupo de inolvidables de la historia del fútbol.

El lunes se subió al escenario de Zurich con la tranquilidad de que había hecho méritos más que suficientes para estar ahí; no le obsesionaba el premio, y, de hecho, ya lo hacía en manos de uno de sus compañeros. Cuando Guardiola pronunció su nombre, los presentes en el auditorio, medios y aficionados se quedaron estupefactos. Lo único sorprendente es que esto nos sorprenda.


Hablar de Messi no es hablar de cualquiera. Su simple presencia en el campo es motivo de pánico. Sus rivales ya pueden rezar; si a Leo se le antoja marcar no hay nada que hacer. A menudo se enfrenta a defensas más pendientes de no quedar retratadas que de evitar el gol, y eso lo dice todo. Leo es calidad, arrojo, magia. Conserva la ilusión forjada en los potreros de Rosario. Lo demostró con los cuatro tantos en los cuartos de final de la pasada Champions ante el Arsenal, con los tres del empate en aquel agónico Clásico, marcando con el ‘corazón’ ante el Manchester… Tal es su valía que ha sido el único capaz de repetir el gol de Maradona, ante el Getafe, cuando sólo tenía 17 años.

Es el tercer máximo goleador de la historia del FC Barcelona; marcó la friolera de 47 goles la pasada campaña; levantó a estadios –algunos tan hostiles como el Calderón- rendidos a sus encantos. Porque desde el Albacete, primer equipo al que consiguió marcar, hasta el Betis, rival de ayer y que se llevó un hat-trick del argentino, todos han sufrido su genialidad a ritmo de gambeta.

Por todo esto me extraña la reacción tras conocerse el ganador. Iniesta es un genio, pero su irregular temporada no puede equipararse a la del argentino, a pesar de haber levantado a todo un país con su gol en la final del Mundial. Xavi es un trabajador incansable, el líder y el alma de dos equipos, el que articula el juego del Barça y de la Selección. El único inconveniente –una bendición para los culés- es haber coincidido en el tiempo con Messi. La belleza actual del conjunto azulgrana no se entiende sin estos tres futbolistas.

Porque con Xavi e Iniesta, Leo sonríe. Una pícara sonrisa que sólo se le borra con Argentina, su asignatura pendiente. Algunos fundamentan su disconformidad con el resultado precisamente en esto, en que no brilla con la albiceleste. Sus goles, sus jugadas y la felicidad de los que lo ven jugar son razones más que suficientes para atesorar su segundo galardón consecutivo.

Leo no tiene que pedir perdón; el patriotismo barato ha intentado deslucir sus méritos, pero todos al final coinciden el lo mismo: Messi es el mejor. Un grande, aquel que según Francisco Villalobos “ha profanado el templo de Maradona”. Aquel que con los años nos hará preguntarnos unos a otros: “¿Dónde estabas tú el día que Messi…?”. El Messías del fútbol ha venido para quedarse por muchos años.

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