
Difama, que algo queda. Ésta parece la máxima actual que se aplica en algún medio de comunicación español. No entiendo la caza de brujas que desde Madrid se está realizando continuamente contra Pep Guardiola. Día sí y día también, un famoso diario deportivo de la capital abre sus páginas dedicadas al conjunto azulgrana con toda clase de ‘lindezas’ hacia el de Santpedor. Ante la genialidad del equipo, el único blanco al que pueden apuntar estos profesionales de la información es Guardiola, un hombre que nunca entra al trapo ante las descalificaciones, y eso que han sido muchas. Su delito es ser el entrenador del mejor equipo de la historia, y eso parece que escuece.
Quizás a este periódico tampoco le guste que Guardiola no conceda entrevistas personales y que se limite a hablar en rueda de prensa, o que nunca tenga malas palabras para sus jugadores. No, señores; a Pep no le gusta hablar de perros y gatos ni hacerle la cruz en público a ninguno de sus pupilos, no es su estilo. Su única salida de tono –si es que se le puede llamar así- en las tres temporadas que lleva al frente del banquillo culé fue decir que, puntualmente, un árbitro había mentido, algo que todos pudimos comprobar que era cierto. Por eso, el citado medio de comunicación pidió poco menos que su cabeza.
Pero el colmo de los colmos llegó hace sólo unas semanas. Como es costumbre en el equipo desde la llegada de Guardiola, el Barça se disponía a viajar a Pamplona el mismo día de partido para disputar su encuentro ante Osasuna. La huelga de controladores aéreos impedía el desplazamiento en avión desde Barcelona, y los directivos del club se pusieron en contacto con miembros de la Real Federación Española de Fútbol para intentar aplazar el choque. La RFEF accedió a la petición del Barça sin tener en cuenta la opinión de Osasuna. Cuando los navarros se enteraron de la decisión se negaron a retrasar un día el encuentro, así que el FC Barcelona se vio obligado a viajar a toda prisa, vía AVE y autobús, hasta Pamplona.
Para este famoso periódico hubo un culpable: Guardiola. En su editorial lo acusaron de “reírse del fútbol español”, como si de él dependiesen los arrebatos y los cambios de opinión de algunos miembros federativos. Es lo que tiene ‘mear colonia’, que con un chasquido de dedos tienes a tus pies a Federación, aviones, AVE y al Ejército si hace falta…
Me dijo no hace mucho un colega de profesión que los periodistas teníamos que estar agradecidos a Mourinho porque “siempre nos da titulares”. El Barça también los da, y no hace falta que Guardiola salga cargando contra otros entrenadores, contra sus decisiones o contra la prensa; son dos formas distintas de afrontar una responsabilidad como es la de ser imagen de un club. Puede que Guardiola no sea perfecto, de hecho no lo es, pero es un hombre elegante y honesto. La ‘Guardiolafobia’ exacerbada que se está extendiendo últimamente no hace sino dañar la imagen del fútbol y centrar la atención donde no debe estar: fuera del campo. De los periodistas depende, en gran medida, que las duras críticas a Pep no ensombrezcan la trayectoria del equipo que será recordado como el que mejor practicó el fútbol.
Quizás a este periódico tampoco le guste que Guardiola no conceda entrevistas personales y que se limite a hablar en rueda de prensa, o que nunca tenga malas palabras para sus jugadores. No, señores; a Pep no le gusta hablar de perros y gatos ni hacerle la cruz en público a ninguno de sus pupilos, no es su estilo. Su única salida de tono –si es que se le puede llamar así- en las tres temporadas que lleva al frente del banquillo culé fue decir que, puntualmente, un árbitro había mentido, algo que todos pudimos comprobar que era cierto. Por eso, el citado medio de comunicación pidió poco menos que su cabeza.
Pero el colmo de los colmos llegó hace sólo unas semanas. Como es costumbre en el equipo desde la llegada de Guardiola, el Barça se disponía a viajar a Pamplona el mismo día de partido para disputar su encuentro ante Osasuna. La huelga de controladores aéreos impedía el desplazamiento en avión desde Barcelona, y los directivos del club se pusieron en contacto con miembros de la Real Federación Española de Fútbol para intentar aplazar el choque. La RFEF accedió a la petición del Barça sin tener en cuenta la opinión de Osasuna. Cuando los navarros se enteraron de la decisión se negaron a retrasar un día el encuentro, así que el FC Barcelona se vio obligado a viajar a toda prisa, vía AVE y autobús, hasta Pamplona.
Para este famoso periódico hubo un culpable: Guardiola. En su editorial lo acusaron de “reírse del fútbol español”, como si de él dependiesen los arrebatos y los cambios de opinión de algunos miembros federativos. Es lo que tiene ‘mear colonia’, que con un chasquido de dedos tienes a tus pies a Federación, aviones, AVE y al Ejército si hace falta…
Me dijo no hace mucho un colega de profesión que los periodistas teníamos que estar agradecidos a Mourinho porque “siempre nos da titulares”. El Barça también los da, y no hace falta que Guardiola salga cargando contra otros entrenadores, contra sus decisiones o contra la prensa; son dos formas distintas de afrontar una responsabilidad como es la de ser imagen de un club. Puede que Guardiola no sea perfecto, de hecho no lo es, pero es un hombre elegante y honesto. La ‘Guardiolafobia’ exacerbada que se está extendiendo últimamente no hace sino dañar la imagen del fútbol y centrar la atención donde no debe estar: fuera del campo. De los periodistas depende, en gran medida, que las duras críticas a Pep no ensombrezcan la trayectoria del equipo que será recordado como el que mejor practicó el fútbol.
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